La regla de oro: el frío alivia en caso de inflamación articular aguda, el calor en caso de inflamación articular crónica.
La acción del calor reduce el dolor, estimula el metabolismo, promueve la circulación sanguínea, relaja los músculos y mejora la elasticidad del tejido conectivo.
La mayoría de las personas con afecciones reumáticas se sienten mejor en un clima más cálido.
Además de los baños termales, sauna, baños completos y parciales con ayuda de árnica, de flores de heno, cataplasmas de barro, los tratamientos físicos incluyen cataplasmas calientes, de patata o de lino y aplicaciones de arcilla medicinal o parafina.
La acción del frío en caso de inflamación aguda, es decir, cuando la articulación está enrojecida e inflamada, es el frío que alivia el dolor, alivia la congestión y tiene un efecto anti-inflamatorio.
La terapia con frío abarca una amplia gama de temperaturas y el proceso se activa, sin problemas para las articulaciones de todo el cuerpo, hasta aprox. -110ºC, en una habitación fría diseñada para este propósito y con especialistas.
L‘autoterapia es posible a temperaturas entre 15ºC y 18ºC.
Sumergir las partes doloridas en agua, cataplasmas a base de acetato de aluminio, de queso fresco o de arcilla medicinal preparadas en frío, y aplicaciones de paños helados o de gel conservados en el congelador.
Todos estos tratamientos se pueden realizar fácilmente en casa.
La duración es un factor clave: un uso breve del frío causa reacciones vasculares, un tratamiento más largo relaja los músculos, mejora la movilidad, reduce el flujo sanguíneo y el metabolismo local.
Si el frío causa dolor interrumpir el tratamiento inmediatamente.