Tras sufrir un accidente cerebrovascular es necesaria una rehabilitación para intentar recuperar las habilidades perdidas y la calidad de vida anterior al ictus.
En la rehabilitación posterior al ictus, el ejercicio físico es un pilar fundamental.
Algunos tipos de ejercicios que pueden ser útiles para la rehabilitación son:
Ejercicios de motricidad: mejoran la fuerza muscular, la coordinación y el equilibrio.
Actividades de movilidad: ayudan a estabilizar el cuerpo y a fortalecer las articulaciones.
Ejercicios de amplitud de movimiento: permiten aliviar la espasticidad (tensión muscular) y a recuperar la amplitud de movimientos previa.
Ejercicio aeróbico: hace que el corazón lata más, mejorando el flujo sanguíneo y evitando que se estrechen las arterias, previniendo así que se produzcan coágulos que deriven en otro ictus.
Movimientos lentos y coordinados: mejoran la concentración y el equilibrio, como, por ejemplo, el Tai-Chi.
Ejercicio de intensidad moderada y alta: ayuda a mejorar la capacidad pulmonar y la resistencia cardiaca.
Terapia del habla: ayuda a recuperar las habilidades del lenguaje perdidas.
Entrenar varias veces por semana: realizar tres o cuatro sesiones semanales de ejercicio físico aeróbico ayuda a prevenir un nuevo ictus y mejora la capacidad de caminar y la independencia.
Adaptar el ejercicio físico a la situación del paciente: el ejercicio regular puede ayudar a mantener la mente y el cuerpo sanos, por lo que es necesario no abandonarlo a pesar de que no se llegue al nivel que se tenía antes del ictus.
Realizar ejercicios que mejoren la coordinación mano-ojo, la concentración, el habla y la memoria.