Si estamos sufriendo una enfermedad aguda, aunque no sea grave, debemos esperar a recuperarnos, tanto por nuestra salud como por el riesgo de contagio. Un ejemplo sería cuando padecemos infecciones o inflamaciones repentinas, como pueden ser gripes o gastroenteritis, por ejemplo. En especial, nos referimos a afecciones que conllevan fiebres, congestión, vómitos o diarreas. En estos casos, el cuerpo requiere más reposo que manipulación, además de que será difícil que consigamos relajarnos en ese estado.
Las afecciones de la piel que se caracterizan por una inflamación o infección son un inconveniente para recibir un masaje terapéutico. Las diferentes técnicas pueden aumentar la sensibilidad cutánea y empeorar alergias, hongos, irritación, etc. También le informaremos de cualquier alergia que tengamos, en especial si el terapeuta va a usar algún producto como geles o aceites. Además, en este punto también nos referimos a las úlceras internas o externas y las quemaduras en la piel de cualquier grado.
El masaje terapéutico está contraindicado en caso de sufrir cualquier enfermedad relacionada con hemorragias, más allá del tamaño o la causa de estas. Pueden ser hemorragias pequeñas, conocidas como petequias, o bien hematomas. En cualquier caso, tanto si son externas como internas, nos abstendremos de la terapia.
Desde el momento que la mujer descubre que está embarazada debe conocer todo aquello que debe evitar durante la gestación. Entre las contraindicaciones, destacamos también la del masaje, el cual podría poner en riesgo la salud del feto.
No nos referimos a la etapa inicial, en la cual sufrimos todavía la inflamación y el dolor fruto de algún traumatismo como puede ser un esguince, desgarro, hernia o rotura de hueso, por ejemplo.
En este punto nos referimos a quienes padecen flebitis o trombosis venosa profunda. En este caso, la activación de la circulación que produce el masaje podría conllevar riesgos muy altos para nuestra salud.