La disminución del dolor es la consecuencia más evidente y que todos hemos experimentado alguna vez al recibir un masaje.
Esto se debe a que el estímulo táctil y el incremento de temperatura generados por la acción masajeadora inhiben la entrada de información vinculada a la sensación de dolor o dolorosa.
Conocido como teoría de la puerta de entrada, se trata del mismo efecto que buscamos de forma natural cuando nos frotamos el codo después de golpearlo.
En nuestro sistema nervioso, la información mecánica viaja más rápido que la dolorosa, lo que permite modificar la entrada de datos sensoriales en la médula espinal.
Además, el masaje podría estimular la secreción de sustancias analgésicas en nuestro organismo.
Un hallazgo recurrente en las investigaciones es que el masaje disminuye el dolor a corto plazo en diferentes patologías.
Su mayor eficacia analgésica se produce en el dolor lumbar y cervical, las molestias de hombro, el dolor del parto, la artrosis, el dolor relacionado con el cáncer, el dolor posoperatorio y las agujetas.
A nivel científico, el masaje se considera como una de las herramientas más eficaces para reducir el dolor muscular posterior al esfuerzo físico.
La disminución del cortisol sería la principal responsable del efecto relajante experimentado por muchos pacientes.
El efecto relajante sobre el músculo se ha asociado a una disminución de la excitabilidad de las neuronas que lo controlan, lo cual podría romper el círculo vicioso que facilita la perpetuación del dolor.