La respiración es esencial para la vida porque permite obtener el oxígeno del aire, necesario para el funcionamiento celular, y eliminar dióxido de carbono, que a partir de determinada concentración en la sangre es tóxico.
La forma en que respiramos afecta nuestra salud.
Al respirar a propósito de distintas maneras podemos conseguir varios efectos positivos en nuestro organismo.
Por ejemplo, podemos reducir la presión arterial o la sensación de estrés.
Después de un ejercicio de respiración profunda, es común sentirse más tranquilo y centrado.
Un beneficio clave de la respiración profunda es que puede ayudar a controlar el estrés.
Según la prestigiosa Clínica Mayo, el estrés crónico se ha relacionado con enfermedades cardíacas, presión arterial alta, diabetes, depresión y ansiedad.
Después de una sesión de respiración profunda es posible pensar con más claridad, gracias a que se activa el sistema parasimpático, responsable de la respuesta de relajación.
La respiración profunda aumenta la capacidad pulmonar, reduce la tensión arterial y la frecuencia cardiaca, y relaja la musculatura.
También alivia la migraña, los sofocos y otros síntomas de la perimenopausia, las molestias gastrointestinales y las causadas por enfermedades autoinmunes, y mejora problemas respiratorios como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).
La respiración abdominal o diafragmática es un tipo de respiración consciente profunda que permite usar todo el pulmón, no solo la mitad o el tercio superior como ocurre en la respiración rápida superficial.
En la respiración abdominal, el aire entra por la nariz y avanza hacia el estómago a medida que el diafragma se contrae, lo que hace que el abdomen se expanda y los pulmones se llenen de aire.
En comparación con la respiración torácica, la respiración abdominal no sólo aporta más oxígeno, sino que también es más eficiente porque presiona los pulmones hacia abajo.