Caminar es especialmente bueno porque no es caro, es seguro, fácil y, además, se pueden alcanzar los mismos beneficios en la condición física que con la carrera, natación o bicicleta. Caminar mejora la flexibilidad en las piernas, aumenta la fuerza y la resistencia a la fatiga. Además, mejora el flujo sanguíneo en ellas, tanto desde el punto de vista del aporte de riego para poder dar sangre al músculo y así realizar el esfuerzo físico que esto supone, como el mejorar el retorno venoso, evitando así los edemas en los pies y la aparición de varices. Caminar quema calorías y, por ello, puede ser un método para controlar el peso, pero siempre y cuando se quemen más calorías caminando que las que se ingieren a lo largo del día en las comidas. Caminar previene el inicio de la diabetes del adulto, reduce el dolor de las articulaciones con artrosis y también el dolor muscular. También refuerza los huesos evitando la osteoporosis, es decir, la debilitación del hueso y así conseguiremos ser más resistentes a las fracturas en las caídas. Caminar también es útil para liberar tensión y reducir el estrés, incluso puede ayudar a dormir mejor. Puede además ayudar a mejorar el estreñimiento. Además de ganar en todo lo dicho anteriormente, podríamos modificar nuestro perfil lipídico, es decir, conseguiríamos aumentar las cifras de colesterol bueno o HDL-colesterol y así actuar sobre este parámetro sanguíneo. Caminar a intensidades bajas y moderadas tiene también muchos beneficios, tanto a corto, como a largo plazo. De hecho, se han publicado trabajos científicos con seguimiento a largo plazo en individuos de alrededor de 60 años y se ha podido encontrar que los individuos que han caminado diariamente 4 km. o más frente a los que no caminaban nada, mostraban tasas menores de mortalidad de manera significativa.