El cuello no es solo una zona de paso: es una estructura de soporte.
Por él pasan vasos, nervios y músculos que conectan el rostro con el resto del cuerpo.
Si hay tensión, inflamación o bloqueo linfático en esta zona, los beneficios del masaje facial se reducen y pueden incluso estancarse líquidos y toxinas que afectan a la piel.
Masajear el cuello primero permite: Liberar tensiones acumuladas en la nuca y hombros.
Estimular la circulación sanguínea y linfática.
Favorecer el drenaje de líquidos que se acumulan en rostro y escote.
Activar receptores neuromusculares que inducen relajación global.
El cuello está formado por músculos como el esternocleidomastoideo, los escalenos o el trapecio superior.
Son potentes, están implicados en movimientos posturales y respiratorios… y acumulan muchas de nuestras emociones.
Incorporar masaje en el cuello: Mejora la postura y la percepción corporal.
Descomprime la zona cervical.
Relaja el sistema nervioso parasimpático (clave para el descanso y la regeneración cutánea).
Ayuda a redefinir el óvalo facial y suavizar líneas de expresión.
Disminuye arrugas tanto en el cuello como en el rostro.
Mejora la firmeza del contorno mandibular.
Activa el drenaje linfático, reduciendo bolsas y signos de fatiga.
Potencia la absorción de activos cosméticos, al eliminar bloqueos circulatorios.
Descongestiona la zona cervical, ayudando a liberar tensiones que marcan la expresión.
Incluir el cuello en tu rutina de cuidado facial no es solo un gesto estético, es una forma de reconectar con tu cuerpo, aliviar tensiones acumuladas y devolverle a tu piel la energía que necesita para regenerarse.
Y si quieres ir más allá, pon tu bienestar en manos expertas como las de Alba Molina, cuya sensibilidad, conocimiento y tacto consciente convierten el masaje en un verdadero arte terapéutico.
El masaje es un puente entre la piel y el sistema nervioso.
Entre la cosmética y la conciencia corporal.
Y empieza justo donde la belleza se sostiene: en el cuello.