El descanso activo es fundamental para el cuerpo en aquellas personas que practican actividad física de forma regular, no solo para favorecer la recuperación del organismo sino también para aumentar el rendimiento.
El descanso activo consiste en dejar de realizar durante un periodo de tiempo la rutina de ejercicio habitual pero, al mismo tiempo, seguir entrenando o practicar algún tipo de actividad diferente.
La clave es mantenerse activo pero sin el nivel de desgaste habitual, lo cual es necesario para evitar lesiones, aumentar la productividad del entrenamiento, incrementar el oxígeno en los músculos y aportarles nutrientes, mejorar la circulación sanguínea, reducir el estrés del entrenamiento habitual e incrementar el rendimiento.
Si alguien piensa erróneamente que entrenar todos los días sin descanso y al máximo nivel mejora el rendimiento, la fábula del leñador ayuda a entender por qué el resultado es el contrario.
No por llevar a cabo más actividad se es más productivo, de ahí que sea fundamental integrar el descanso activo en la práctica de entrenamiento habitual, para dar descanso al músculo sin pararlo de todo, de modo que cuesta mucho menos volver a arrancarlo.
Para una práctica de 5 o 6 días de ejercicio a la semana es recomendable incluir uno o dos días de descanso activo, cuya elección dependerá del estado físico previo de la persona, el tipo de práctica deportiva habitual, la intensidad de la actividad habitual, la cercanía o no de una competición y las propias preferencias del deportista.
La clave está en trabajar el cuerpo de forma diferente y sin alcanzar la misma frecuencia cardiaca que en los días de práctica habitual para que el gasto de energía sea menor.
Tanto el sistema cardiovascular, como el respiratorio y el músculo esquelético necesitan descanso por eso es necesario una pauta adecuada de descanso intra sesión, inter sesión y a lo largo de la temporada.