La terapia de ultrasonido tiene una acción analgésica, antiflogística, fibrinolítica, de descontracturación muscular y de estimulación metabólica circulatoria.
El ultrasonido produce un efecto pulsátil mecánico y un efecto térmico que, sumados, facilitan y mejoran los intercambios celulares e intracelulares.
También aumenta la nutrición del cartílago articular y flexibiliza las estructuras blandas.
El tratamiento con terapia de ultrasonidos tiene un efecto antiinflamatorio.
Se utiliza para reducir el dolor en la rodilla o el tobillo o después de una lesión muscular.
Ayuda al deportista sobre todo a nivel muscular y articular, porque mejora la nutrición muscular, favorece la reabsorción de detritus, y mejora el metabolismo.
Las dolencias más comunes tratables con terapia de ultrasonido son la ciática, periartitis, tendinitis, epicondilitis, tendinopatía rotuliana, tendinopatía de Aquiles y contracturas o lesiones musculares.
El ultrasonido no debe usarse en el área del corazón, la región cefálica y los tejidos especializados, como los testículos y los ovarios.
También se deben tomar precauciones particulares cuando se aplica en la columna vertebral de pacientes con resultados de laminectomía, por posible daño a la médula espinal.
El ultrasonido nunca debe aplicarse en caso de osteoporosis de alta rotación, presencia de prótesis articulares, presencia de fragmentos metálicos, venas varicosas, flebitis y tromboflebitis, presencia de marcapasos, arteriopatías, sangrado y embarazo.