Las fracturas vertebrales ocurren particularmente en pacientes osteoporóticos debido a una mayor fragilidad ósea.
Las consecuencias de las fracturas vertebrales osteoporóticas son diversas: problemas orgánicos, psicológicos, sociales y de salud pública, a corto o largo plazo.
La presencia de fracturas vertebrales se asocia con una disminución de la calidad de vida y con un mayor riesgo de nuevas fracturas vertebrales y extravertebrales.
Una vez que ha ocurrido la primera fractura vertebral, existe un riesgo mayor equivalente al 20% de nuevas fracturas vertebrales en el primer año.
Es necesario un diagnóstico y un tratamiento oportunos para prevenir más consecuencias de fracturas vertebrales.
Para diagnosticar fracturas vertebrales, el examen de referencia es la radiografía de columna en dos proyecciones.
La gravedad inicial de la deformidad vertebral es un índice de pronóstico negativo para el dolor persistente y la discapacidad.
El tratamiento de las fracturas vertebrales relacionadas con la fragilidad puede ser conservador o quirúrgico y tiene como objetivo curar la fractura, controlar el dolor y prevenir más deformidades.
El tratamiento conservador en la fase aguda y subaguda comprende el control del dolor con tratamiento farmacológico y físico, la prevención de complicaciones, el uso de corsés ortopédicos, los frecuentes controles de columna y el entrenamiento fisioterápico específico.