Los huesos necesitan una serie de nutrientes para curarse mejor, como proteínas, ácidos grasos omega 3, zinc, vitamina D, vitamina K, vitamina C y calcio.
Una dieta pobre en proteínas hace disminuir la proliferación de células cartilaginosas y la actividad osteoblástica.
Es importante un consumo equilibrado de proteínas, siendo de elección las opciones magras y con alto valor biológico.
El pescado azul de tamaño pequeño es una de las fuentes más importantes de proteínas y contiene calcio, ácidos grasos omega 3 y vitamina D, todos básicos para la consolidación ósea.
Los ácidos grasos omega 3 son grasas muy importantes con propiedades antiinflamatorias que tienen un papel básico en la disminución de la inflamación durante la recuperación.
El zinc es el oligoelemento que tenemos con más abundancia en los huesos y es un mineral básico para que el sistema inmunológico sea fuerte, participando en la división y crecimiento de las células y la cicatrización.
La vitamina D es esencial para absorber el magnesio y el calcio y su obtención es natural a través de la exposición solar.
La vitamina K es necesaria para la coagulación de la sangre y la maduración de la osteocalcina, una proteína de la matriz ósea.
La vitamina C es una vitamina esencial para la síntesis del colágeno, constituyente básico de la matriz del hueso, además de ser un potente antioxidante.
El calcio es el mineral principal del hueso y básico en su proceso de consolidación, aunque necesita del resto de nutrientes para que sea absorbido y fijado en el hueso.
Es importante elaborar un plan nutricional donde estén todos estos nutrientes, adaptándolo a las necesidades de cada paciente teniendo en cuenta el peso, la edad, el tipo de intervención quirúrgica que se le ha realizado u otros requerimientos metabólicos concretos.