La clave está en mantenerte alerta, ajustar la forma de caminar y conseguir el equipo adecuado con antelación. Práctica. Camina por tu jardín, por la hierba, por mantillos y superficies rocosas. Fortalece la parte inferior del cuerpo. Las sentadillas sencillas y las elevaciones de talones se centran en las piernas, los glúteos y el torso. Las rutinas sencillas de entrenamiento del equilibrio también pueden ayudar. Usa el calzado adecuado para el terreno. Con cada paso que das, los nervios sensoriales de todo el cuerpo transmiten mensajes al cerebro, lo que provoca cambios en la postura y el patrón de marcha para adaptarse a las variaciones del terreno. Intenta desacelerar el paso, flexionar ligeramente las rodillas, trabajar el torso, dar pasos más cortos y levantar los pies. Los bastones pueden ayudarte a mantener el equilibrio y a sentirte más estable al ampliar tu base de apoyo. Hazlo con calma. Los músculos de los brazos pueden fatigarse mucho más rápido que los de las piernas. Comienza con salidas cortas por senderos en buen estado y aumenta gradualmente la duración y la dificultad del terreno.